Así pues, llegó la plática de Axel y Jasmín, no sin antes que Clara le hiciera un gesto a Jasmín para después dejarlos solos.
Clara se levantó con una sonrisa cómplice y, sin decir palabra, se adentró al salón. Jasmín la miró por un segundo, antes de volver su atención a Axel, que se sentó junto a ella en la banca. El sol matutino iluminaba suavemente el lugar, creando una atmósfera tranquila, casi relajante.
La miró con una ligera sonrisa, aunque su rostro mostraba se?ales de cansancio, como si la semana le hubiera pasado factura.
—Entonces, ?Qué tal todo? —preguntó Axel, intentando sonar despreocupado, la fatiga era evidente en su voz.
Jasmín lo observó un momento, sus ojos curiosos pero llenos de comprensión. Sabía que Axel no era de hablar mucho cuando se sentía mal, pero la preocupación era evidente en su mirada.
—Lo mismo de siempre —respondió Jasmín, encogiéndose de hombros—. Estudiando, intentando sobrevivir a los exámenes... ya sabes cómo es.
Axel soltó una ligera risa, asintiendo con una sonrisa algo avergonzada.
—La verdad es que casi no estudio. —Una risita suave acompa?ó sus palabras, como si no terminara de creerlo él mismo.
Jasmín lo miró, sorprendida, frunciendo el ce?o.
—?Por qué? —preguntó, claramente intrigada.
Axel entrelazó las piernas y las movió suavemente hacia Jasmín, como si buscará
un poco de apoyo en su cercanía.
—Nunca aprendí a hacerlo bien. —Suspiró, dejando que sus palabras se asentaran en el aire. —Y, además, el entrenamiento no me deja mucho tiempo para nada más.
Jasmín lo miró por un momento, digiriendo lo que Axel acababa de decir. Aunque su tono era ligero, podía notar que había algo más profundo detrás de esas palabras.
—No te preocupes, todos tenemos algo en lo que no somos tan buenos —dijo Jasmín, sonriendo con amabilidad. Luego, su sonrisa se amplió, buscando aligerar el ambiente. —Pero igual, no está de más intentar un poco, ?no?
Axel la miró y, por un segundo, sus ojos se suavizaron. No era muy común que alguien le hablara así, sin juzgar.
—Quizá... —murmuró, encogiéndose de hombros.
De repente, Jasmín miró su reloj, sus ojos se abrieron con sorpresa.
—?Anda la osa, ve la hora! —exclamó, levantándose rápidamente. —Ya casi es la siguiente clase, ?me voy a hacer tarde!
Axel soltó una risa, levantándose también.
—Igual yo. No quiero perderme la siguiente clase. —Axel soltó una risa despreocupada, casi divirtiéndose con la situación. —Y además, me toca Xóchilt... ya sabes cómo se pone.
Ambos se miraron por un momento, una peque?a complicidad flotando en el aire entre ellos. Jasmín le dio un leve toque en el brazo.
—Nos vemos luego, Axel. —Dijo, casi con dulzura, antes de caminar hacia el pasillo.
—Nos vemos. —Respondió Axel, viendo cómo se alejaba, mientras él también se dirigía hacia su salón, aunque algo en su interior le decía que el día podría traerle más sorpresas de las que esperaba.
Jasmín, al llegar al salón, recibió una mirada picaresca de Clara, quien no pudo evitar soltar una sonrisa traviesa. Jasmín, sin perder la compostura, respondió con una mirada que dejaba claro: “En serio, no
Axel, al llegar a su salón, fue recibido por su amigo Josué, que, aunque era algo más bajo que él, siempre tenía una energía contagiaste. Su vestimenta deportiva lo caracterizaba, y a pesar de la sonrisa en su rostro, sus ojos no podían ocultar el toque de sarcasmo con el que lo observaba.
—?Por qué faltaste ayer al entrenamiento? Así no vas a poder superarme. —Su sonrisa no dejaba lugar a dudas, llena de descaro y un toque de sarcasmo.
—Estoy bien, ?eh? ?No crees que lo más interesante es el por qué llegué tarde? —respondió Axel, con un tono de voz que rezongaba ante la interacción.
—No, siempre llegas tarde—. Continuo la persistente burla hacia Axel de parte de Josué.
—No, siempre. —Su voz, áspera y golpeada, dejaba claro que estaba molesto.
Ambos se quedaron mirando fijamente, en una guerra silenciosa de miradas. La tensión flotaba en el aire, como una cuerda a punto de romperse, y la burla parecía haber alcanzado su punto máximo, haciendo que una pelea se sintiera inminente. El murmullo de los compa?eros conversando parecía lejano, como si todo se hubiera vuelto más distante, incluso el sonido se sentía apagado. Las paredes grises del salón temblaban ligeramente, como si respondieran a la atmósfera cargada. El aire estaba tan cortante que parecía penetrar hasta los huesos, haciendo que las dos ventanas vibraran constantemente con el frío que se colaba por sus rendijas.
Pero, de repente, Axel no pudo aguantar más la risa. Un estruendoso choque de palmas rompió el silencio, resonando como un eco en todo el salón. Saludó a su amigo con un gesto espontáneo, y Josué no pudo evitar reír también. Los parloteos del grupo seguían de fondo, pero la tensión se desvaneció como por arte de magia. Axel se dejó caer en la silla frente a Josué, quien estaba sentado al otro lado del salón, pegado a la pared contraria, justo enfrente del escritorio del maestro.
—Falté porque ayer salí con Nahuel y Jasmín —aclaró Axel ante la pregunta de su amigo.
—?Jasmín, la de otro salón? La bonita, ?no? —preguntó Josué, levantando una ceja, curioso.
—Sí, ella —respondió Axel, intentando disimular el entusiasmo que se asomaba en su voz. —Fuimos a comer y a hacer algunas cosas... ya sabes. —Continuó después de una breve pausa, como si pensara que dar demasiados detalles sería un poco extra?o.
Josué, dándose cuenta casi al instante del interés de Axel por Jasmín, levantó una ceja y sonrió con un toque de sarcasmo.
—Después hablamos de Jasmín, pero antes... ?cómo vas con eso de los sue?os? ?Mejorando? —preguntó, su tono cambiando a uno más serio. La preocupación por su amigo se hacía evidente. Después de todo, Josué tenía más experiencia lidiando con las extra?ezas de Axel.
—Tuve otro anoche... —Axel bajó la mirada, y su expresión cambió al instante. El cansancio en sus ojos era evidente, mientras la tristeza lo envolvía como una sombra pesada. —Y, además, vi una noticia ayer que me impactó. —Con un movimiento lento, sacó su teléfono y le mostró a Josué el titular que había ense?ado a sus amigos la noche anterior.
Josué tomó el teléfono y leyó en silencio. Su rostro pasó de la incredulidad a una preocupación que no pudo ocultar. Recordaba el sue?o que Axel le había contado antes, pero ahora, viendo la conexión entre el sue?o y la noticia, un escalofrío le recorrió la espalda, alterando incluso el ritmo de su respiración. Devolvió la mirada a Axel, claramente afectado por lo que estaba viendo.
Respiró hondo, intentando organizar sus pensamientos. No encontraba palabras adecuadas para lo que acababa de procesar, así que simplemente miró a su amigo, buscando transmitirle apoyo con su silencio.
—Cuéntame del sue?o de anoche —dijo al fin, con un tono calmado, casi susurrante, como si no quisiera a?adir más peso al momento.
Axel respiró profundamente, sintiéndose más tranquilo al ver que podía confiar en Josué. Tras un momento de vacilación, comenzó a relatar todo, dejando que las palabras fluyeran mientras describía cada detalle con precisión.
Josué lo escuchó con atención, y con cada palabra de Axel, la preocupación en su rostro crecía. El sue?o era tan vívido, tan detallado, que parecía más una visión de algo inminente que una simple pesadilla. Sin decir nada, dio unas palmadas firmes pero reconfortantes en la espalda de Axel, tratando de aliviar su angustia.
El resto del día transcurrió en la escuela, calmado a pesar de aquella inquietante conversación. El cielo estaba despejado, sin una sola nube, y el sol implacable hacía que el calor fuera casi insoportable.
Cuando finalmente terminó la última clase, el maestro se despidió y los alumnos comenzaron a salir. Axel, recogiendo sus cosas, sacó su teléfono y escribió un mensaje a Jasmín, proponiéndole de nuevo que se fueran juntos. Antes de enviarlo, notó otro mensaje en su bandeja. Era de Nahuel.
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“Oye, se me ocurría salir otra vez hoy. La verdad me dejaste preocupado ayer.”
Axel, intrigado, mostró el mensaje a Josué, quien rápidamente le recordó que no podía faltar dos días seguidos a su entrenamiento.
—Escríbele esto: “Tranquilo, estoy bien. Además, no puedo faltar otra vez.” —sugirió Josué, con firmeza.
Axel asintió y envió el mensaje, pero casi de inmediato recibió una respuesta de Nahuel:
“Pues vamos a comer. Le pedí el carro a mi mamá y puedo llevarte al entrenamiento. Pero en serio, estoy preocupado.”
Josué, que seguía atento, alzó una ceja y lanzó una mirada que decía claramente: "?Puedo ir también?".
Axel, captando el mensaje, murmuró en voz baja:
—Ahorita le digo.
Con rapidez, escribió un nuevo mensaje:
“?Puede ir mi amigo Josué?”
La respuesta no tardó en llegar:
“Claro, te veo en tu casa.”
Axel levantó la mirada hacia Josué con una ligera sonrisa.
—Pues vámonos a mi casa, sirve que conoces a Jasmín —dijo Axel, con entusiasmo reflejado en su voz.
No tardó en enviarle un mensaje a Jasmín, quien respondió casi al instante:
"Claro, nos vemos en la puerta principal."
Unos minutos después, los tres se encontraron frente a la entrada de la escuela. Axel, con una sonrisa alegre, miró a Jasmín antes de presentarlos:
—Este es Josué, un amigo mío desde hace varios a?os. Vamos juntos al entrenamiento.
Josué sonrió levemente y extendió la mano hacia Jasmín.
—Mucho gusto —proclamó, con voz firme pero cordial, mientras estrechaba su mano.
Jasmín correspondió el gesto con una sonrisa cálida.
—El gusto es mío. Axel ya me había hablado un poco de ti.
Jasmín y Axel, entusiasmados, avanzaron juntos dejando atrás a Josué, quien caminaba con pasos ligeros, pero más relajados hacia la parada del autobús. Ambos platicaban animadamente sobre su día y sobre cómo Nahuel los había invitado a comer, sus risas ocasionales rompiendo la monotonía del ambiente.
Desde atrás, Josué no pudo evitar notar cómo sus amigos caminaban tan cerca que casi se rozaban con cada paso. Más aún, parecía que habían sincronizado sus movimientos de forma natural, como si sus pasos hubieran encontrado un ritmo compartido sin que ninguno de los dos lo pensara.
Josué esbozó una peque?a sonrisa, aunque no dijo nada, dejando que la complicidad entre ellos se desarrollara mientras los seguía con calma.
Al llegar a la parada, se colocaron bajo la sombra de un árbol con flores rosas que anunciaban la llegada de la primavera. Los pétalos caían suavemente con el viento, decorando el suelo con tonos vibrantes. Josué, sintiéndose un poco apartado de la conversación, decidió intervenir con un comentario casual para integrarse, logrando que las risas fluyeran entre los tres mientras esperaban.
Pasaron unos minutos antes de que llegara el camión. Al subir, notaron que había dos asientos vacíos juntos y otro al final. Josué, con una sonrisa cómplice, golpeó suavemente el hombro de Axel con el codo antes de dirigirse al asiento solitario al fondo del camión. Axel y Jasmín, sin decir palabra, se sentaron juntos en los asientos vacíos. La cercanía entre ellos parecía natural, casi inevitable.
El trayecto estuvo lleno de anécdotas y recuerdos que Jasmín y Axel compartían entre risas. Cada historia parecía desencadenar otra, haciendo que el tiempo pasara más rápido. Jasmín, a pesar de lo animada que estaba, soltaba una risa nerviosa de vez en cuando, consciente de los otros pasajeros en el autobús que podían escucharlos. Axel, en cambio, no parecía tener ese problema y reía casi a carcajadas, sin preocuparse por las miradas curiosas que podían lanzarle.
Al llegar a su destino, bajaron juntos y esperaron en silencio bajo otra sombra hasta que el camión que llevaría a Jasmín a casa finalmente llegó. Axel y Josué se despidieron de ella con una sonrisa, observando cómo subía al vehículo antes de continuar con su propio camino.
En camino a la casa de Axel, Josué levantó la mirada, algo inquieto.
—?Me prestas un traje de ba?o? —preguntó, recordando de repente que se había olvidado de ese peque?o detalle.
—Pues sí, ?cómo entrenarías si no? —respondió Axel, soltando una ligera carcajada, burlándose de la situación.
El sol, que hasta ese momento brillaba con fuerza, fue poco a poco tapado por una nube que pasaba lentamente, suavizando la luz. En silencio, los dos amigos siguieron caminando, cada uno con sus pensamientos, hasta que finalmente llegaron a la casa de Axel. Allí, comenzaron a preparar sus mochilas para el entrenamiento.
Poco después, Nahuel llegó para recogerlos. Con prisa, se subieron al carro, saludándose rápidamente antes de que Nahuel pusiera el motor en marcha y comenzara a dirigir el vehículo hacia la tienda de hamburguesas que los tres habían acordado como su destino para la tarde.
El lugar de las hamburguesas estaba lleno de gente, pero eso no impidió que Nahuel se sintiera cómodo, con la hamburguesa en mano y un aire despreocupado. Josué tampoco parecía inmutarse, mientras que Axel, a pesar de la buena comida, no podía evitar sentirse fastidiado por la multitud; había visto tanta gente ese día que se sentía un poco abrumado.
Con su pedido finalmente en la mesa, Nahuel decidió iniciar la charla, aún con una ligera preocupación por Axel.
—Oye, Axel, ?Cómo vas? —preguntó Nahuel, con un tono sarcástico que intentaba ocultar su inquietud mientras daba un mordisco a su comida.
Axel levantó la mirada, encogiéndose de hombros, como si la pregunta no fuera tan importante.
—Pues, ya sabes, todo bien —respondió con su sonrisa habitual, aunque su tono tenía un toque reflexivo. —Nada que no pueda resolver una buena comida.
Nahuel soltó una risa burlona, sin perder la oportunidad de burlarse un poco.
—Ah, claro, siempre es la comida la que soluciona todo. —Sonrió, pero su mirada reflejaba algo más. —?Y ese sue?o? ?Ya lo superaste?
Axel lo miró de reojo, pensó un momento antes de responder, queriendo evitar preocupar a su amigo más de la cuenta.
—No me atormenta, pero sí me mantiene ocupado, ?sabes? —respondió Axel, sin dejar de saborear su hamburguesa, que estaba deliciosa.
Josué, que había estado escuchando en silencio, se inclinó hacia adelante, con una sonrisa burlona en el rostro, buscando aligerar la tensión de la conversación.
—Sí, tranquilo. él tiene todo esto de los sue?os perfectamente controlado —dijo Josué, intentando desviar el enfoque de Nahuel y al mismo tiempo suavizar el ambiente, como siempre hacía.
Axel lanzó una mirada divertida a Josué, agradecido por el apoyo, pero sin perder su tono relajado.
—Sí, con una buena comida como esta, me ayuda más que cualquier cosa, ?sabes? —respondió Axel, mirando a Nahuel con despreocupación, pero también con una ligera sonrisa.
La tarde pasó entre risas y charlas, mientras Nahuel, aunque todavía algo preocupado por Axel, se dejaba llevar por el buen ambiente. El lugar, aunque lleno de gente, tenía un aire vibrante, con el rojo de las paredes resaltando la energía que se respiraba. El sonido de la parrilla cocinando las carnes llenaba el aire, mientras el aroma se mezclaba con la conversación, haciendo que el hambre aumentara aún más. La cuenta se dividió entre los tres. Axel, sabiendo que Josué probablemente no traía dinero, se ofreció a pagar su parte sin pensarlo mucho. Nahuel, por su parte, no puso objeción y pagó lo suyo rápidamente. Una vez que todo estuvo resuelto, salieron del restaurante, y con las risas aún resonando en el aire, comenzaron a caminar por una placita cercana.
Todo era tranquilidad, un ambiente relajado que invitaba a la charla. Las luces de los peque?os puestos en la plaza daban un toque cálido, y el bullicio de la gente se mezclaba con el sonido de algunas guitarras que tocaban en una esquina. Axel y Nahuel hablaban animadamente, mientras Josué los seguía con su sonrisa burlona, disfrutando del momento después de la comida.
El tiempo pasó rápidamente, y el próximo destino llegó. Nahuel manejaba hacia la acuática, mientras Axel y Josué miraban distraídos por la ventana, algo arrepentidos de haberse excedido con la comida.
Al llegar, Nahuel detuvo el coche y, antes de que Axel pudiera salir, lo detuvo con una mirada seria.
—Me preocupas, ?sabías? Mi abuelo no me preocupó nunca. Era como tú: risue?o, lleno de vida, siempre con una sonrisa. Pero un día, simplemente decidió que ya no quería vivir más. —Su voz se suavizó, quebrándose por un segundo mientras su mirada se perdía en el teléfono. Desbloqueó la pantalla y comenzó a buscar algo. —No quiero que pase lo mismo contigo, Axel... en serio.
Axel sintió el peso de las palabras de Nahuel, y un nudo se formó en su garganta. La tristeza en la voz de su amigo era inconfundible, y algo de esa tristeza se reflejaba en Axel. Sin querer, unas lágrimas amenazaron con salir, pero se contuvo.
Respiró profundamente, dejando que el ánimo de Nahuel se contagiara un poco, y con la misma suavidad en la voz, miró a Nahuel fijamente a los ojos.
—Tranquilo, Nahuel. No va a pasar. —respondió intentando transmitirle calma.
Nahuel, en silencio, sacó una foto de su abuelo y se la mostró a Axel. En ella, él era solo un ni?o peque?o, sonriendo de oreja a oreja junto a su abuelo. La sonrisa en la foto irradiaba felicidad y momentos de pura alegría. Miró la imagen con esperanza, y aunque sus ojos mostraban un dejo de tristeza, había algo más: una chispa de esperanza que no quería perder.
Axel se quedó petrificado al ver la foto del abuelo de su amigo. Por un instante, todo a su alrededor pareció desvanecerse, y su mente dio un giro inesperado, regresando a ese sue?o inquietante que había tenido esa misma noche. La figura que antes había sido tan extra?a y difusa, ahora se iluminaba, revelándose en la foto como el mismo hombre, el abuelo de Nahuel. Un escalofrío recorrió su espalda.
"Fue el que vi en mi sue?o... estoy seguro..." pensó Axel, su miedo creciendo a medida que la conexión se volvía más clara. Un aire frío le recorrió la columna, y su cuerpo se tensó.
—Tu abuelo... está vivo. —Las palabras salieron de sus labios como un susurro, casi imperceptible, sin creer lo que acababa de decir.
Nahuel lo miró, y en un segundo, la tristeza en su rostro se transformó en rabia. Sus ojos, antes apagados por la preocupación, ahora fulminaban a Axel.
—?Por qué dices eso? —preguntó Nahuel, con voz grave. La ira estaba clara en su mirada, y su cuerpo se tensó, listo para enfrentársele
Axel, visiblemente sorprendido por la reacción, no pudo responder de inmediato. Sus palabras se quedaron atrapadas en su garganta. Intentó evitar la mirada de su amigo, bajando la cabeza y mirando al suelo.
—Perdón… No quise... —Su voz tembló, quebrándose al final, mientras sentía una fuerte punzada de arrepentimiento. Sabía que no había sido el momento adecuado para decir algo tan fuerte, pero las palabras ya habían salido de su boca.
Nahuel dirigió la mirada al frente del vehículo, con los ojos fijos en la carretera. Las lágrimas amenazaban con salir, pero su rostro estaba tenso, marcado por un enojo profundo. Algo dentro de él se rompió, pero no podía dejar que se notara.
—?Salgan del auto! —casi gritó, su voz cargada de frustración y rabia. Nahuel no miró a sus amigos, y su tono era tan firme como su dolor.
Axel y Josué, sin hacer preguntas, se bajaron del vehículo sin rechistar. El ambiente se sentía pesado, cargado de una tensión palpable. Caminaron con la cabeza baja, pero su mirada parecía perdida, nublada por la angustia. No podía dejar de pensar en ese sue?o, en esa figura que lo había aterrorizado, que ahora estaba conectada con Nahuel de una manera que no entendía del todo.
Josué, notando el cambio en su amigo, recargó su mano en la espalda de Axel como un intento de confortarlo, aunque no sabía qué decir. Miró a Axel fijamente, tratando de transmitirle apoyo sin palabras.
—Era el que vi en mi sue?o... —El murmullo de Axel salió con agonía, apenas audible, como si estuviera al borde de romperse. Su voz tembló, y las lágrimas luchaban por salir, pero se mantenía firme, su mente luchando contra algo que no podía controlar.