home

search

Capítulo VII: El inicio del fin

  La tensión se podía sentir en el ambiente. Las dudas inundaban la mente de Luna, era difícil asimilar la historia que acababa de escuchar. A pesar de la tragedia del hombre, aquello no resolvía las preguntas del misterioso hombre: ?Quién era realmente Joás? ?De dónde provenían sus extra?os poderes?

  Obligándose a mantener la calma, respiró profundo y decidió hablar con voz serena:

  — Sin duda, es una historia trágica y cruel... Lamento mucho que hayas tenido que vivir algo así, Joás, pero eso no responde nuestras preguntas.

  El hombre la observó en silencio, con la mirada fija en ella, como si intentara encontrar algo en sus ojos.

  — Supongo que no... Lamento decepcionarlos — respondió con tono apagado —. Ni siquiera yo sé la naturaleza de mis habilidades... y mucho menos recuerdo quién soy.

  Por un momento, el silencio reinó en la habitación, hasta que el hombre volvió a hablar con cautela:

  — Pero... curiosamente, tú, Luna...

  Sus palabras hicieron que la mujer levantara la vista de inmediato, con una chispa de sorpresa en sus ojos.

  — ?Yo? ?Qué pasa conmigo, Joás?

  El hombre esbozó una leve sonrisa, casi nostálgica.

  — Me resultas extra?amente familiar... como si te conociera desde hace mucho tiempo.

  Luna entrecerró los ojos, su mirada se volvió fría y penetrante.

  — Eso es imposible... Jamás te había visto antes, al menos no hasta que te encontramos en el parque–

  Joás se encogió de hombros con resignación.

  — Lo sé... pero desde que te vi, con tu peculiar cabello plateado y esos ojos rojos... sentí que te conocía. Como si hubieras estado en mi vida antes de que todo esto pasara.

  El hombre hizo una pausa, su expresión se tornó más seria mientras la se?alaba con el dedo.

  — Una de las razones por las que estoy aquí... es por ti, Luna—

  Luna lo miró en silencio, intentando ordenar sus pensamientos. Las palabras de Joás seguían resonando en su cabeza, pero decidió cambiar drásticamente el rumbo de la conversación.

  — Dime, Joás al menos, ?reconoces al sujeto que mencionó Eliot? El hombre que, al parecer, comandaba a los Jotuns...

  La pregunta tomó por sorpresa al hombre, quien arqueó ligeramente una ceja antes de responder con tono sarcástico:

  — No tengo ni idea... No sabía que los Jotuns habían sido dirigidos, mucho menos por un hombre. Como te dije antes, cuando llegué... todo ya había sido arrasado.

  Hizo una pausa, desviando la mirada como si rebuscara entre los fragmentos perdidos de su memoria. Luego, regresó su atención a Luna, su semblante tornándose oscuro.

  — Así que no... no sé quién sea.

  El ambiente pareció volverse más denso. Luna se percató de cómo los ojos naranjas de Joas comenzaban a brillar con una intensidad inquietante, como brasas encendidas en la penumbra.

  — Pero hay algo que sí te puedo asegurar, Luna... — Su voz se volvió grave, cargada de una amenaza latente — Lo encontraré... y lo quemaré... hasta que no quede nada de él.

  Un escalofrío recorrió la espalda de Luna. Por primera vez, sintió que la furia de aquel hombre no provenía solo de sus palabras, sino de algo mucho más profundo... algo oscuro, ardiente, como si una llama latente rugiera bajo su piel, esperando el momento para desatarse.

  Lo que tenía frente a ella ya no era el hombre sarcástico y despreocupado que había conocido hasta ese momento. Toda pizca de su actitud burlona se había desvanecido, dejando al descubierto una faceta que hasta ahora se mantenía oculta. La mirada de Joás era afilada, casi asesina, como si pudiera matar solo con los ojos.

  El brillo anaranjado de sus pupilas parecía danzar con cada palabra cargada de odio. Su presencia se volvió sofocante, llenando el ambiente con una energía densa que hacía difícil respirar.

  Luna tragó saliva, intentando no demostrar la inquietud que comenzaba a apoderarse de ella. Por más que lo analizaba, no sabía si aquel hombre era un aliado... o una amenaza latente que podía estallar en cualquier momento.

  Pero lo que sí tenía claro... era que, por primera vez, sentía miedo de Joás.

  El aire se había vuelto pesado, como si la habitación se cerrara sobre ellos. Luna apretó los pu?os, obligándose a mantener la compostura. No podía permitir que aquel sentimiento la dominara, así que decidió cortar la tensión antes de que se desbordara.

  — ?Cómo piensas lograr eso? — preguntó con tono firme, intentando desviar su atención de aquella amenaza latente — ?Acaso planeas huir de aquí?

  Joás permaneció en silencio por unos segundos, como si meditara su respuesta. Luego, con la misma rapidez con la que había surgido su furia, su actitud cambió. La sombra oscura en su mirada se desvaneció, dejando paso a aquella sonrisa burlona que lo caracterizaba.

  — No... mientras tú estés aquí, no lo haré — respondió con una calma casi provocadora —. Además, le prometí a Leonord proteger a Eliot, y aunque no soy precisamente un hombre de palabra... pienso cumplirlo.

  Luna lo observaba con cautela, tratando de descifrar si sus palabras eran sinceras o si solo jugaba con ellos.

  — Así que por ahora me quedaré con ustedes. No se me ocurre un lugar mejor en este mundo aterrador y horrible para cumplir mi promesa... —-

  El hombre se inclinó ligeramente hacia ella, dejando escapar una sonrisa ladina.

  — Y sobre mi venganza... bueno, ya se irá viendo con el tiempo. Lo primero es ganarme su confianza... y que me cambien de esa maldita celda fría y apestosa... a un lugar más cálido y acogedor.

  Joás hizo una pausa antes de rematar con un tono coqueto:

  — Como, por ejemplo... tu casa —

  Le lanzó un gui?o descarado, acompa?ado de una mirada juguetona. Pero Luna, con su expresión imperturbable, lo observaba con la misma frialdad de siempre, como si aquella provocación no hubiera causado el más mínimo efecto.

  Sin embargo, en el fondo... no podía negar que aquel hombre era un verdadero enigma, uno que cada vez se volvía más difícil de descifrar.

  If you come across this story on Amazon, be aware that it has been stolen from Royal Road. Please report it.

  Levantándose de la silla con la misma elegancia imperturbable, como si el último comentario de Joás no hubiera tenido el más mínimo efecto en ella, Luna se dirigió hacia la puerta. Antes de salir, le dedicó una última mirada fría y calculadora.

  — Muy bien, Joás... — con esto concluimos las preguntas por ahora. Quédate aquí y espera obedientemente. Pronto te llevaremos de regreso a tu celda... aunque intentaré que esta vez sea un poco más acogedora.

  El tono afilado en sus palabras hizo que la sonrisa burlona de Joas se ensanchara aún más, aunque sus ojos seguían clavados en ella con ese brillo inquebrantable, como si disfrutara el juego psicológico al que ambos parecían estar jugando.

  Luna no esperó respuesta. Se marchó con pasos firmes, dejando tras de sí únicamente el eco de sus botas y la sensación pesada de su presencia. Joás solo pudo observar su silueta desvaneciéndose hacia la puerta, mientras una risa suave y sarcástica escapaba de sus labios.

  — Más acogedora, ?eh?... Ya veremos, Luna...

  Al salir de la sala, Luna cerró la puerta tras de sí con delicadeza, como si con ese simple gesto sellara cualquier emoción que pudiera haberse filtrado en el interrogatorio.

  La siguiente habitación era fría y tenue, iluminada solo por la luz pálida que entraba a través del ventanal de cristal que separaba ambas salas. Tras el vidrio, el alcalde Marcus y los demás líderes de facción la esperaban en silencio, con los rostros serios, analizando cada palabra y cada gesto que habían presenciado.

  El ambiente estaba cargado. Nadie se atrevía a romper el silencio, como si incluso ellos se sintieran inquietos por lo que acababan de presenciar.

  Luna se acercó con pasos firmes hasta quedar frente a ellos.

  — ?Opiniones? — preguntó con voz firme, aunque en el fondo su mente seguía reviviendo las palabras de Joas... y esa extra?a sensación que la acompa?aba desde que lo había visto por primera vez.

  Marcus fue el primero en romper el silencio, con su voz profunda resonando en la sala como un eco que se negaba a desvanecerse.

  — Sin duda alguna... este sujeto es un completo misterio. — Sus ojos rojos permanecían fijos en la figura de Joás tras el cristal, como si observarlo por más tiempo pudiera revelar los secretos que aquel hombre ocultaba

  —. Pero lo que más me inquieta... son el origen de esas llamas... ?Qué opinan sobre lo que dijo? ?Sobre no recordar nada?

  Dirigió su mirada a Magnar y Elira, esperando sus respuestas. El hombre viejo descruzó los brazos lentamente, su expresión grave y pensativa.

  — Entre más lo analizo, más difícil se vuelve encontrar siquiera una explicación lógica... — Su voz era áspera, como si las palabras se le atoraran en la garganta —. No hay registros de habilidades como las suyas... al menos no que estén registradas en la historia.

  Hizo una breve pausa, como si aquella última palabra cargara más significado del que estaba dispuesto a admitir.

  — En cuanto a su memoria... lo más probable es que se trate de amnesia postraumática... pero... — frunció el ce?o, clavando sus ojos en Joás como si tratara de diseccionar su mente desde la distancia —... algo en él me hace pensar que es amnesia disociativa...

  Luna lo escuchaba con atención, manteniendo su postura firme, aunque su mente no dejaba de girar alrededor de lo que Joás le había dicho antes.

  "Tú me eres misteriosamente familiar..."

  — Si es amnesia disociativa... su propia mente podría estar ocultando algo mucho más oscuro... algo que ni siquiera él debe querer recordar — continuó Magnar —. Necesitaremos realizar estudios neurológicos... pruebas exhaustivas. Y sobre esas llamas...

  Su mirada se endureció.

  — Habrá que descubrir hasta dónde es capaz de llegar antes de decidir si puede seguir con vida... o si es demasiado peligroso para dejarlo respirar entre nosotros.

  Elira, que hasta ahora había permanecido en silencio, dio un paso al frente. Su rostro reflejaba una mezcla de curiosidad y cautela.

  — No encontraremos respuestas si solo lo mantenemos encerrado como una bestia enjaulada — dijo con firmeza —. Si queremos entender lo que es... debemos buscar el lugar donde lo encontraron.

  Sus ojos brillaban con una chispa casi febril mientras hablaba.

  — Según su historia... y la de Eliot... ambas coinciden. Si ese lugar existe, tal vez haya algo allí que explique quién es... o lo que lo convirtió en lo que ahora es.

  Hizo una pausa, como si eligiera cuidadosamente sus siguientes palabras.

  — Permítanme ir con un equipo de mis mejores ingenieros. Investigaremos cada rincón... cada peque?o lugar de ese sitio —

  Elira desvió la mirada hacia Joás al otro lado del cristal, como si pudiera sentir la energía oscura que vibraba a su alrededor.

  — Y tal vez... descubramos algo que nos pueda salvar de esta situación —

  Marcus cruzó los brazos con lentitud, su mirada severa se clavó en Elira, apagando de golpe cualquier destello de entusiasmo en sus ojos.

  — Imposible... al menos por el momento — sentenció con voz autoritaria, dejando claro que no había espacio para réplicas —. Desde la última expedición, perdimos demasiadas vidas... el grupo de exploración quedó diezmado y aún no se han recuperado. Sin ellos, ninguna misión fuera de la colonia es viable.

  Elira apretó los labios, conteniendo su frustración mientras asentía con rigidez. Sabía que Marcus tenía razón, pero la incertidumbre pesaba demasiado... y cada minuto que pasaba sin respuestas, solo alimentaba la sombra creciente que se cernía sobre ellos.

  El alcalde desvió la vista hacia el hombre que permanecía en silencio al fondo de la sala.

  Maelis.

  El gigante de cicatrices profundas seguía con los ojos fijos en Joas, como si pudiera sentir la amenaza latente en su mera presencia. Su semblante era pétreo, pero algo en su mirada denotaba una tensión contenida... una sensación que ninguno de los presentes quería admitir en voz alta.

  — ?Qué piensas sobre los Jotuns... y la figura que los dirige? — preguntó Marcus, su tono se tornó más grave —. ?Crees que podría ocurrir aquí también?

  El nombre de los Jotuns flotó en el aire como un mal presagio.

  Por un instante, Maelis permaneció inmóvil, como si su mente se hubiese quedado atrapada en algún recuerdo lejano. Finalmente, exhaló un suspiro lento y profundo, volviendo al presente.

  — No lo sé... — murmuró con aquella voz ronca, marcada por los a?os y las batallas —. Jamás se ha registrado que los monstruos ataquen en grupo...

  Sus ojos seguían clavados en Joas, como si intentara descifrar algo oculto en las sombras que lo envolvían.

  — Hemos repelido peque?os ataques antes... una o dos criaturas acercándose a los límites... nada que no pudiéramos manejar. Pero miles... — su voz se apagó, como si la sola idea le resultara impensable —. Con lo poderosas que son... no estoy seguro de que podríamos resistir sin sufrir pérdidas catastróficas.

  El silencio se espesó en la habitación.

  Magnar frunció el ce?o, intercambiando una mirada rápida con Marcus.

  — Y si lo que dicen es cierto... si existe alguien capaz de controlar a las bestias...

  Maelis apartó la vista del cristal por primera vez y se giró hacia ellos, dejando que la luz tenue revelara las cicatrices que cruzaban su rostro como huellas de viejas guerras.

  — Entonces... estaríamos enfrentando algo mucho más peligroso que ese hombre ahí dentro.

  Sus palabras se esparcieron como veneno, hundiéndose en la mente de cada uno.

  Para poner fin a las preguntas, Marcus exclamó con voz firme, inquebrantable, como un comandante dando una orden definitiva.

  — Magnar, lleva a cabo los estudios sobre Joas y sus llamas. Necesitamos descifrar al menos algo, aunque sea lo mínimo. — Su mirada recorrió a los presentes, evaluando sus reacciones antes de agregar —. ?Alguna objeción?

  El silencio que siguió fue rotundo, y tras unos segundos de tensión, Marcus asintió con resolución. Sin decir más, se dispuso a retirarse, acompa?ado por los demás.

  Antes de que la puerta se cerrara, Luna habló, con tono decidido, cortante.

  — Está bien, pero debemos cambiarlo de celda. Necesita mejores condiciones si queremos que coopere de buena gana con nosotros. — Su voz no admitía discusión, como si la situación ya le hubiera demostrado que todo debía ser tratado con precisión.

  Marcus se detuvo un momento, girándose hacia ella.

  — De acuerdo. Así será.

  Con esas palabras, la reunión llegó a su fin. Los líderes comenzaron a dispersarse, dirigiéndose a sus respectivas áreas, cuando de repente, el sonido de una alarma resonó por todo el edificio.

  Una luz roja giratoria comenzó a parpadear, reflejando la urgencia y la gravedad de lo que sucedía. La alarma de ataque.

  El pánico comenzó a apoderarse del aire, pero no fue hasta que la puerta se abrió de golpe que la situación se volvió aún más aterradora.

  Ban, el hijo mayor de Maelis, irrumpió en la sala, su rostro marcado por el horror y la desesperación. Su respiración era errática, y sus ojos reflejaban una desesperación que no podía ser ignorada.

  — ?Nos atacan! — La voz de Ban temblaba, llena de pavor, como si las palabras mismas le costaran salir.

  Maelis, al ver la expresión de su hijo, se acercó con rapidez, poniendo una mano firme sobre su hombro, intentando calmarlo.

  — ?Cálmate, Ban! ?Cuántos son? ?En qué parte de la colonia?

  El joven, temblando, balbuceó con dificultad, su voz se quebró al intentar procesar lo que había presenciado.

  — Cientos... no... miles... Un ejército... Caminantes, Jotuns, y Egendros... ?Nos están rodeando! — Las palabras de Ban cayeron como un peso pesado sobre la sala, su rostro reflejando el horror que apenas podía contener.

  Con esas palabras, un silencio pesado llenó la habitación. Los líderes se miraron unos a otros, incrédulos. La angustia se reflejó en sus rostros, la realidad de la situación apoderándose de ellos con fuerza.

  El ataque no era una amenaza lejana ni algo que podían manejar sin consecuencias. Era un hecho inminente, una amenaza que ya estaba a sus puertas.

  — ?Maldita sea! — Maelis soltó un gru?ido, su mirada oscura y feroz se dirigió hacia los demás. — Necesitamos organizar la defensa... Ahora.

  La situación estaba desmoronándose rápidamente. Marcus, con la frialdad de alguien que había visto demasiadas batallas y aún no se había rendido, reaccionó de inmediato, tomando el control de la situación con una rapidez mortal.

  Con voz firme, dio las órdenes que resonaron como una sentencia.

  — Maelis, organiza las defensas de inmediato. No hay tiempo que perder. — Su mirada pasó rápidamente de Maelis a los demás. — Magnar, que los del Círculo de los Sabios lleven a los civiles a la torre central. Que no se quede ninguno, no sabemos si la colonia se convertirá en un campo de batalla.

  Sin detenerse, Marcus giró hacia Elina, que había estado observando en silencio.

  — Elina, quiero que tú y los ingenieros activen las torretas de defensa y empiecen a sellar las calles, creando barricadas. ?Rápido! Cuando terminen, reúnanse con los demás en la torre central. Y abran las puertas de evacuación, por si no logramos repeler el ataque.

  Con la calma tensa de quien no tiene más opción que actuar, Marcus dirigió su mirada hacia Luna, quien aún parecía en shock por lo que acababa de suceder.

  — Luna, asegúrate de que tus hombres lleven a Joas a la prisión y luego, reúnete conmigo y Maelis en las defensas. Tú y tus hombres serán cruciales, ahora más que nunca.

  No hubo espacio para objeciones ni preguntas. Las órdenes fueron claras y directas. Como si las palabras de Marcus fueran la última oportunidad para evitar que todo se viniera abajo.

  Al escuchar las instrucciones, los líderes y soldados comenzaron a moverse con rapidez, cada uno siguiendo sus respectivas tareas al pie de la letra. La tensión en el aire era palpable, pero la determinación de cada uno de ellos era aún más fuerte. En cuestión de segundos, la sala quedó vacía, dejando atrás solo el sonido de pasos rápidos y un sentido de urgencia imparable.

  El destino de la colonia y de todos los que estaban dentro de ella dependía ahora de lo que pudieran hacer en los próximos minutos.

Recommended Popular Novels