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Ecos del Pasado

  Axel despertó con un sobresalto, levantando parcialmente su rostro. Apenas logró percatarse de que no se encontraba en su habitación. Las paredes quemadas, ennegrecidas por el fuego, rodeaban el lugar, y un símbolo que se asemejaba a un calendario azteca estaba grabado en el suelo donde yacía. El frío le entumecía las piernas, y un vapor denso flotaba en el aire, como si la misma habitación estuviera respirando.

  De repente, un fuerte rechinido quebró el silencio, seguido de un pitido agudo que retumbó en sus oídos, volviéndose más persistente. Axel se levantó rápidamente, su corazón latiendo con fuerza, y trató de huir de aquella macabra prisión. Corrió hacia la puerta, pero al intentar abrirla, descubrió que estaba cerrada con fuerza. Los golpes contra la madera se volvían más desesperados, pero la puerta seguía sin ceder.

  —?Dónde estoy? —gritó, su voz cargada de desesperación mientras golpeaba con el hombro. Luego, un nuevo grito, lleno de rabia, salió de sus labios—. ??Quién está haciendo esto?! —. Axel casi no podía contener lágrimas, estaba completamente agobiado, quería dormir, o al menos quería respuestas a estos sue?os. Su semblante mostraba la agonía que vivía.

  De repente, una luz cegadora atravesó la rendija de la puerta, iluminando toda la habitación con una intensidad que casi quemaba sus retinas. Axel sintió un dolor punzante, como si sus ojos estuvieran a punto de estallar. Cayó de rodillas, retorciéndose de dolor, mientras gritaba con fuerza. "Si es un sue?o... debe ser un sue?o", pensaba con rapidez, frotándose los ojos en un intento inútil de aliviar el ardor.

  La puerta se abrió, pero Axel no pudo distinguir quién estaba al otro lado. Una sombra se perfilaba en el umbral, y la luz cegadora lo obligó a desviar la mirada, evitando ver el rostro de aquel ser. Los pasos del hombre resonaron pesadamente en el suelo de madera, y Axel, aún mareado por el pitido en sus oídos, intentó arrastrarse hacia atrás, pero el hombre no parecía percatarse de su presencia. O, quizás, simplemente lo ignoraba.

  El extra?o caminó hacia el símbolo, y, con un movimiento casi ceremonial, comenzó a recitar algo en voz baja mientras sus manos se movían en círculos alrededor del grabado. Axel lo observó, impotente, incapaz de moverse. Finalmente, el hombre extendió una mano hacia el símbolo, y en cuanto sus dedos lo tocaron, la visión de Axel se oscureció por completo.

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  Una luz parpadeante comenzó a inundar sus ojos, y de repente, Axel fue arrastrado a un torbellino de imágenes. Símbolos extra?os se deslizaban ante él, como si invocaran algo oscuro. Ojos, observándolo con una intensidad imposible de describir, lo rodeaban. Pero lo que más le heló la sangre fue cuando una de las imágenes se alargó, distorsionándose ante su mirada.

  Axel se vio a sí mismo fuera de su cuerpo. Estaba sobre una cornisa estrecha, adornada con flores brillantes y vibrantes que contrastaban con la calma de la escena. A sus pies, un vasto campo de pasto verde se extendía hasta el horizonte, un panorama sereno y casi irreal. Una paz profunda lo invadió, como si el peso del mundo hubiera desaparecido. Su corazón latía tranquilo, y por primera vez en mucho tiempo, una sensación de esperanza le iluminó el rostro.

  Pero, en un parpadeo, todo se deshizo. Las flores se desvanecieron, y el campo verde se transformó en un mar de llamas. El aire se llenó de gritos agónicos, desesperados, que perforaban el alma. El calor abrasante del fuego y el penetrante olor a azufre invadieron sus pulmones, como si el mismo infierno se hubiera desatado frente a él. La calma que había sentido se disolvió en un torrente de miedo, y una rabia incontrolable lo envolvió.

  En un segundo, todo cambió de nuevo. Axel se encontró tirado en el suelo, en un campo distinto, húmedo, con el olor a pasto mojado y tierra fresca en el aire. Al levantarse, notó que estaba frente a una cueva, sobre un acantilado. Dolor en los ojos y los oídos lo aturdían, pero su atención se centró en la cueva. De nuevo, esos ojos. Ojos que parecían arder con el fuego del infierno, observándolo fijamente, como si lo estuvieran esperando.

  —?Qué quieres de mí? —gritó, su voz quebrada por la desesperación. Axel luchaba por contener las lágrimas, su mirada fija en esos ojos que lo desbordaban de terror. Volteó la cabeza, sintiendo cómo la rabia se apoderaba de él. Cerró los pu?os con tal fuerza que las u?as le hundieron la piel, pero no sintió el dolor. —?Es suficiente! —murmuró entre dientes, con la voz rasgada por la impotencia. Aguantó la respiración, su cuerpo tenso, hasta que finalmente, el torbellino de sensaciones lo dejó. Se despertó, con el corazón latiendo a toda velocidad.

  Su mirada, te?ida de rojo, reflejaba no solo su rabia, sino también su desaparición y confusión. Estaba asustado por los sue?os que lo atormentaban. “?Qué significan?”, pensaba una y otra vez, mientras sus manos recorrían la superficie de la cama en un intento por calmarse. El aire fresco de la ma?ana, con su suave olor a naturaleza, le ayudaba a concentrarse, pero la sensación de que algo terrible se avecinaba no desaparecía. La desesperación lo invadió nuevamente al notar que la luz del sol comenzaba a filtrarse por la ventana.

  —Se me hizo tarde—. Murmuro con decepción.

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