Johan se estremeció al ver la escena en el dibujo de Mia. Recordó el olor a canela en su sue?o, el olor a Ella. El velorio de Ella. "Por lo menos ella puede regresar", dijo para sus adentros, "Ella sí quiere regresar". En ese segundo, el mesero llegó con el helado que tiene el nombre más innecesariamente largo del mundo, y cinco cucharas. "Pueden ser cinco", se dijo, "siempre seremos cinco. Lo prometimos".
Johan agarró una cuchara y tomó el primer bocado, y el segundo, y el tercero.
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El cuarto y el quinto también.
Levantó la vista y vio la expresión en el rostro de sus Hermanos. Cualquier otro día, Jojo tomando las primeras cinco cucharadas de una comida o postre, hubiese sido un acto de traición. Recibiría miradas de odio, quejas, y, dependiendo de la comida, tal vez algunos cuantos manotazos. Pero en este día, en este momento, todos lo miraban con una sonrisa.
Johan les devolvió una mueca llena de helado, frutas, salsas, galletas, chispas, ponqué, y otros acompa?amientos innecesarios. Todos explotaron en carcajadas. Y en ese instante, Johan supo que estarían bien.
Todo estará bien.