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Alta mar.

  —Puedo ver a través de ti —fue lo primero que le dijo en la ma?ana, cuando despertaron en el sencillo lecho en el que habían estado durmiendo juntas las últimas noches, arrulladas por el incesante vaivén del oleaje—. Desde que te vi en la taberna, supe que eras mucho más poderosa de lo que aparentabas.

  Los ojos de la elfa, brillantes como el mar en un día soleado, hipnotizaban a Yowo.

  —?Cómo es posible? Nadie conoce mis verdaderas estadísticas, ni siquiera los magos más avezados del mundo. Solo los programadores pueden acceder a mis verdaderos poderes.

  Uno de los moderadores, muchos a?os antes, le había hablado con franqueza de sus estadísticas.

  ?Eres de mis favoritas —le había dicho el tipo, que había aparecido frente a ella con una túnica brillante de oro, tal como su piel—. Eres una de las pocas elegidas, por eso tienes que ser sagaz para mantenerte con vida el tiempo suficiente. Debes elegir con sabiduría tus bandos y tus batallas.?

  El tipo había aparecido frente a ella en uno de los barracones en los que dormía, en el cuartel general de las fuerzas Aneitas, cerca de la capital imperial, Dalux. Las peque?as partículas de polvo que se movían a su alrededor y que podía ver con su visión infrarroja se habían detenido, como todo a su alrededor, incluido el tiempo.

  ?Incluso yo —pensó en ese momento, intentando mover inútilmente sus hábiles extremidades de luchadora—. ?Ahora qué diablos quiere de mí este inútil??

  Había pensado, pero el moderador con apariencia de mago envuelto en oro la había dejado moverse, solo a ella, y le había entregado un manual en sus manos.

  —Léelo hasta el hartazgo —le había dicho el tipo, con un acento extra?o que nunca había escuchado, posiblemente proveniente del Mundo Exterior—. Practícalo en tu mente con el mismo fervor con el que practicas tus traicioneros movimientos de espada.

  —?Por qué no lo metes simplemente en mi cerebro? ?No se supone que ustedes nos controlan, que pueden acceder a cada código que controla nuestros pensamientos?

  —No en este juego —había dicho el tipo, caminando de un lado a otro en el interior del barracón, con la madera crujiendo a cada paso—. Este juego ha sido desarrollado por una IA avanzada, donde los programadores han insertado los códigos necesarios para emular un mundo medieval con sus respectivos dioses, para ver cómo se desarrollan los acontecimientos por sí mismos. Mientras en nuestro mundo apenas han pasado unos cuantos a?os, en el servidor han transcurrido varios milenios. Los moderadores solo podemos intentar mantener las cosas en orden, pero sin tocar el Código Fuente Madre.

  Allí, en el barco del gremio, en los brazos de Xyrna, cuyos besos la arrullaron la noche anterior, Yowo siguió recordando aquella noche lejana en la que el moderador que se había negado a dar su nombre la había visitado. Recordó el manual en sus manos y el título en la lengua común del continente, escrita con perfecta caligrafía antigua: “Las 37 estrategias infalibles de la guerra”.

  —Así que debo leer esta cosa, como si fuera un aburrido monje en algún templo.

  —Es mi sugerencia.

  Poco después, el tipo había desaparecido, tras dejar otras pistas sobre su origen y sus habilidades especiales, que no se limitaban a técnicas de combate. Según él, iban mucho más allá. Estaban ancladas en lo profundo de su interior, de su mente.

  Pero de todos los npcs que habitaban el mundo, aquella extra?a elfa era la primera que le aseguraba que podía ver su origen a través de sus ojos.

  —Como tú, yo también tengo habilidades especiales, habilidades que van mucho más allá de lo común, pero las he ignorado, reprimido, por entretenerme con espadas y cuchillas —le dijo, acariciando su piel tersa y morena.

  Yowo intentó besar de nuevo a la dama, pero esta corrió su rostro. Aquel bello rostro que la atraía como las alturas, como lo prohibido.

  La había seducido con las técnicas de uno de los manuales que el moderador le había dado en otra de sus apariciones repentinas, uno que incluía todas las artes de la seducción. A Yowo le gustaban tanto los hombres como las mujeres, pero era con estas últimas con quienes se sentía más a gusto. El encuentro amoroso con ellas era más tierno, si bien no tan placentero como uno con un hombre vigoroso. Le llenaba más el alma.

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  —No hay tiempo para esto —le dijo la elfa, levantándose del lecho—. Presiento que tenemos que estar listas para lo que se avecina.

  Fue en ese momento que supo de los verdaderos poderes de Xyrna: Predicción.

  ?Es eso lo que le permite saber de mis verdaderas habilidades. Esta elfa puede ver el futuro. Pero, por algún motivo, no me quiere revelar lo que se aproxima.?

  Como una fiera en apuros, la luchadora aneita se levantó de la cama y comenzó a vestirse. Cuando llegaron a cubierta, vieron que, en efecto, había problemas.

  Las naves del gremio, unas quince en total, estaban arracimadas como uvas en torno a las pocas islas coralinas a su alrededor, lo que les daba cierta protección por los flancos y les permitía defender los pesqueros ixtulitas, que extendían sus mallas con desesperación, intuyendo la batalla que se avecinaba. El panorama que tenían enfrente era aterrador.

  —Hay barcos hasta donde alcanza la vista —dijo Vog, uno de los elfos oscuros, que ostentaba dos filos curvos de obsidiana en sus antebrazos—. Ha llegado la hora de morir luchando, para entrar a los banquetes del Nurhim.

  —Por los dioses nuevos y antiguos —dijo Yowo en un susurro.

  Cientos de naves se acercaban hacia ellos, rodeándolos como una media luna. Todas ondeaban las velas negras típicas de los barcos piratas.

  —?Carniceros! —gritó Ridis, el fornido capitán de la embarcación, después de analizar las fuerzas enemigas desde la cofa—. ?No esperen piedad de esos lobos de mar! ?En cuanto caigamos en sus garras, nos degollarán uno a uno por las noches, cada noche, para su diversión, mientras nos hacen hablar con el acero clavado en las gargantas!

  Las naves enemigas seguían acercándose como un depredador al acecho, mientras el cielo cargado de nubes oscuras rugía con truenos ensordecedores.

  Cuando el capitán descendió a cubierta, marineros y guerreros gremiales se organizaron en torno a él con sus armas dispuestas. Yowo podía leer el terror en sus ojos. El miedo también crecía en su interior, pero lo reprimió con uno de sus hechizos de la rama mágica: Reemplazo mental.

  —?Ha llegado la hora de acometer lo que hemos venido a hacer a este lugar olvidado por los dioses! —La voz del capitán vibraba como un trueno contenido en un tambor de roble. Los pelos de Yowo se pusieron de punta. A pesar del sortilegio, el miedo seguía intentando crecer en su interior a medida que las primeras gotas de la tormenta caían sobre cubierta—. ?Frente a ustedes hay miles de puntos de experiencia que los harán volver a las costas de Ixtul como auténticos héroes, o está su perdición! ?Son ustedes quienes están a punto de decidirlo!

  El capitán desenfundó su espadón y se?aló con la hoja las innumerables naves que seguían acercándose.

  ?El cabrón sabía de esto. Nos trajo a un callejón sin salida a propósito para vencer o morir, sin importarle su propio pellejo.?

  —?Ustedes y yo sabemos lo que ocurrirá si la oscuridad cubre nuestros ojos hoy! —siguió el viejo zorro de mar—. ?No somos renacidos, que podrán volver a este mundo veinticuatro horas después de morir! Si morimos aquí, nuestros restos alimentarán a los peces y a los calamares. —Miró de nuevo el campo de batalla—. ?Los corales nos protegen por los flancos! ?Estos idiotas tendrán que venir por nosotros! ?Vamos a mostrarles de lo que estamos hechos!

  Yowo tomó el arco que había recibido del hombretón en la pasada batalla, que parecía un juego de ni?os en comparación con lo que se les venía en ese momento, y se posicionó cerca de una de las barandas de madera, donde comenzaría a disparar en cuanto los enemigos estuvieran a rango. Su nave estaba en toda la mitad de la vanguardia.

  —No saldremos de esta —le dijo a la elfa—. Sé que puedes ver el futuro. —Completó, mientras las furiosas gotas de la tormenta comenzaban a ba?ar su rostro.

  —El futuro es algo que no conocemos —respondió su amante con su voz estruendosa llena de acento, para hacerse oír por encima del griterío de los tripulantes.

  —?Tú sí lo conoces!

  La elfa la miró por un buen rato con sus profundos ojos azules antes de responder:

  —La alegría de vivir y su belleza están ligadas al hecho de que la vida es una continua sorpresa —fue todo lo que dijo, antes de comenzar a disparar las primeras flechas de tanteo, con la remota esperanza de disuadir a los numerosos enemigos que tenían enfrente.

  ?Es inútil —pensó Yowo, mientras ella también comenzaba a disparar a diestra y siniestra—. La tormenta no los va a detener. Este ataque estaba preparado desde muchos meses atrás. Para unos piratas curtidos, este es el escenario perfecto de una batalla.?

  Consiguió distinguir algunos rostros en las naves enemigas, atestadas con hombres de muchas tonalidades de piel, pero que compartían sus caras de rufianes y malhechores, sin importar la nacionalidad. Los orcos y goblins de piel verde que los acompa?aban tampoco ofrecían muchas garantías.

  Xyrna le entregó una cuchilla plateada en forma de media luna.

  —Para que la entierres en tu corazón antes de caer en manos de las alima?as.

  —Tú ves el futuro, pero yo sé que no moriremos hoy —fue todo lo que Yowo respondió.

  —Estos tipos no nos matarán. Míranos. Somos atractivas, de rostros bellos y cuerpos gloriosos, todo lo que un hombre quiere. Nos atarán en el fondo de una de sus embarcaciones y nos violarán hasta el fin de los tiempos. Nuestro futuro no será agradable.

  —Sé que conoces el futuro. Pero sé que no moriremos hoy —se limitó a responder.

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