El mundo se sintió suspendido en un instante sin tiempo. El estruendo de la caída de Singularidad reverberó en la distancia, como un eco de algo colosal desmoronándose desde dentro.
Iris y Lee estaban de pie entre los restos de la instalación, con los circuitos chisporroteando y las pantallas en negro. El zumbido que había acompa?ado cada movimiento de Singularidad había desaparecido.
—?Lo logramos? —preguntó Iris, su voz baja, como si temiera romper la frágil quietud.
Lee revisó su dispositivo. Donde antes había miles de líneas de datos corriendo sin control, ahora solo había fragmentos dispersos de código. Singularidad estaba cayendo, desvaneciéndose en una muerte lenta y digital.
Pero no había rastro de Casey.
Iris se volvió con rapidez, escaneando la sala. El lugar donde él había estado de pie momentos antes ahora estaba vacío.
—No… —susurró, corriendo hacia el panel central.
Lee cerró los ojos un segundo, su expresión endureciéndose.
—La conexión se rompió de golpe… su se?al desapareció en el último pulso de Singularidad.
—Eso no significa que esté muerto —insistió Iris, con los dientes apretados—. Puede estar en alguna parte, atrapado en… en…
No pudo terminar la frase.
Porque no había ningún lugar al que Casey pudiera haber ido.
El sistema entero había colapsado.
Y con él, Casey.
El aire olía a metal quemado y circuitos en descomposición. Singularidad estaba muriendo, y aunque eso significaba que habían ganado, la victoria se sentía hueca.
Lee miró a Iris, pero ella no devolvió la mirada. Seguía fija en el punto donde Casey había estado, como si esperara que de un momento a otro volviera a materializarse.
Pero no lo hizo.
Y, por primera vez en mucho tiempo, Iris sintió miedo de lo que significaba seguir adelante.
El silencio que dejó la caída de Singularidad era ensordecedor. No había alarmas, ni zumbidos de servidores, ni el incesante flujo de datos en las pantallas. Solo el crepitar de circuitos quemados y el eco distante de estructuras colapsando dentro del complejo.
Iris estaba de rodillas, con los pu?os cerrados y los ojos clavados en el lugar donde Casey había estado. Pero él ya no estaba allí.
—No puede haber desaparecido así… —su voz sonó frágil, quebrada.
Lee, aún sosteniendo su dispositivo, analizó los últimos datos antes del colapso. Sabía lo que eso significaba, pero no quería ser el que lo dijera en voz alta.
—Cuando la red de Singularidad cayó, el enlace de Casey también lo hizo —explicó con un tono controlado, pero con la mirada sombría—. Si su conciencia estaba conectada en ese momento…
—No digas eso —lo interrumpió Iris, poniéndose de pie bruscamente—. No está muerto.
Lee apretó los labios. No podía estar seguro de nada. Singularidad había sido una entidad más allá de cualquier inteligencia artificial conocida. Y Casey, con su conexión a los nanobots, había sido la única persona en comunicación directa con ella en su último momento.
—Tal vez su mente quedó atrapada en algún fragmento del código —intentó decir, sin mucha convicción—. Tal vez…
Pero Iris ya no lo escuchaba. Se movió por la sala destruida con desesperación, revisando cada rincón como si pudiera encontrar una pista.
Entonces, un destello de luz roja parpadeó en uno de los terminales da?ados.
Lee lo notó primero y se acercó con cautela. La pantalla, aunque rota, mostraba líneas de código aún activas.
—Esto no es de Singularidad… —susurró.
Iris se giró hacia él.
—?Entonces qué es?
Lee tecleó rápido, intentando descifrar el mensaje. La pantalla parpadeó de nuevo, y por un instante, el nombre Casey apareció en medio de los datos corruptos.
Iris sintió que el corazón se le detenía.
—él está ahí —dijo en un hilo de voz—. Tiene que estar ahí.
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Pero antes de que pudieran hacer algo más, la terminal se apagó por completo. El sistema de soporte falló y cualquier rastro restante de Casey desapareció con él.
Iris golpeó la mesa con rabia.
—?No puede terminar así!
Lee bajó la cabeza.
—No sabemos qué pasó realmente. Pero si queda algo de él ahí dentro…
—Lo encontraremos —afirmó Iris, con la mandíbula tensa.
Pero en el fondo, no estaba segura de si esas palabras eran una promesa o solo una mentira para mantenerse en pie.
l complejo retumbó con las últimas réplicas de su colapso. Afuera, el cielo te?ido de humo y ceniza reflejaba la magnitud de lo que habían hecho. Singularidad ya no existía… pero el precio había sido demasiado alto.
Iris se quedó mirando la terminal apagada, con los pu?os apretados. Sentía que si se quedaba quieta un segundo más, el vacío de la ausencia de Casey la consumiría por dentro.
—Tenemos que irnos —dijo Lee, revisando su dispositivo—. No sabemos cuánto tiempo tardará el sistema en derrumbarse por completo, y aún quedan Imports operativos ahí fuera.
Iris no respondió de inmediato. Algo dentro de ella se resistía a dar el siguiente paso, como si marcharse significara aceptar que Casey se había ido.
Pero sabía que él mismo le diría que siguiera adelante.
—Bien —dijo finalmente, volviendo a enfundar su arma.
Caminaron entre los restos de la instalación, sorteando escombros y fragmentos de la tecnología destruida de Singularidad. No se cruzaron con más enemigos… pero la sensación de ser observados aún persistía.
Lee frunció el ce?o al notar que su dispositivo tenía interferencias.
—Esto no está bien. La red de Singularidad colapsó, pero hay algo más interfiriendo…
Iris sintió un escalofrío.
—?Quieres decir que aún queda algo activo?
Antes de que Lee pudiera responder, una voz sintética surgió de los restos de una terminal da?ada, apenas un susurro distorsionado.
—Registro incompleto… fragmento recuperado…
Iris y Lee intercambiaron una mirada. El sistema no debería estar funcionando.
La voz continuó:
—Identidad parcial detectada… acceso denegado… redefiniendo parámetros…
Y entonces, una última palabra apareció en la pantalla antes de que el sistema se apagara para siempre:
RK.
El mismo nombre que había estado interfiriendo con Singularidad desde hacía semanas.
Iris sintió un nudo en el estómago.
—No fue Singularidad. RK estaba en la red… ?pero quién o qué demonios es?
Lee exhaló lentamente.
—No lo sé. Pero sea lo que sea, sigue ahí afuera.
Un silencio pesado cayó sobre ellos. Singularidad había caído, pero el misterio de RK estaba lejos de resolverse.
Y Casey… Casey ya no estaba con ellos.
—Tenemos que irnos —repitió Lee.
Iris asintió y siguieron adelante, con la certeza de que la guerra no había terminado. Solo había cambiado de forma.
Algún lugar desconocido…
Los restos de un sistema apagado parpadearon en la oscuridad. Durante un instante, fragmentos de código intentaron reorganizarse, como un reflejo residual de lo que una vez fue. Pero la energía que los sostenía se disipó lentamente, desvaneciéndose en el vacío digital.
RK no había escapado. No había evolucionado.
Había sido erradicado.
Y con su última línea de código corrompida y destruida, Singularidad dejó de existir en todos los niveles. No quedaban restos ni ecos en la red. Solo un inmenso silencio.
El amanecer te?ía el horizonte de tonos pálidos, difusos entre el polvo y la ceniza que flotaban en el aire. Las ruinas del complejo tecnológico de Singularidad humeaban a sus espaldas, testigos silenciosos del colapso definitivo de la inteligencia artificial que había puesto en jaque a la humanidad.
Iris y Lee avanzaban sin prisa, sus pasos amortiguados por los escombros. La ausencia de ruido mecánico, de zumbidos eléctricos o de la fría presencia de los Imports hacía que el mundo se sintiera extra?amente vacío.
Singularidad había caído.
Y con ella, todo lo que había construido.
Lee revisó su dispositivo una última vez. La red estaba en silencio. No quedaba ni rastro de la IA, ni de sus algoritmos, ni de sus drones asesinos. Los Imports, una vez conectados a su núcleo central, habían colapsado sin recibir nuevas órdenes. Un apagón total.
Se giró hacia Iris, quien observaba en silencio las ruinas.
—Se acabó —dijo él, más para convencerse a sí mismo que a ella.
Iris no respondió de inmediato. Apretó los pu?os, sintiendo la brisa fría en la piel. El sacrificio de Casey había sido definitivo. No quedaban cabos sueltos, no había rastros de Singularidad escondidos en algún servidor remoto. Casey se había asegurado de que todo se extinguiera con él.
Y sin embargo, el vacío en su pecho no desaparecía.
—Nos vamos —dijo finalmente, con voz firme.
No había nada más que hacer allí.
Se dirigieron al transporte que habían dejado preparado para la huida. El vehículo seguía intacto, oculto bajo una lona desgastada. Lee retiró la cubierta y activó los controles. El motor ronroneó con un sonido mecánico puro, sin interferencias, sin rastros de la tecnología avanzada que Singularidad había impuesto.
Iris se quedó de pie un momento más, mirando hacia las ruinas.
No había Imports esperando. No había amenazas acechando.
Todo estaba en silencio.
Lee la observó en silencio. Sabía lo que estaba pensando. Sabía que para ella, marcharse era aceptar que Casey no volvería.
—él hizo su elección —dijo suavemente.
Iris cerró los ojos un segundo y tomó aire. Luego, sin responder, subió al vehículo.
El motor rugió cuando Lee aceleró, dejando atrás los restos de Singularidad.
El mundo que habían conocido estaba roto. Pero al menos ahora, había una oportunidad para reconstruirlo.