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Relatos absurdos: Luciano el perezoso.

  El entierro de Anya fue silencioso. No hubo palabras, solo llantos ahogados y respiraciones pesadas. Rundia fue quien la envolvió con una manta de piel de conejo que yo fabriqué; sus manos temblaban al hacerlo. Tarún se mantuvo de rodillas, incapaz de moverse, incapaz de reaccionar. Tariq… él solo miraba el suelo. Ni siquiera se atrevió a acercarse.

  Pero, ?por qué la enterramos, si ellos a Kuri la quemaron? Bueno, la verdad es que tuve que contarles lo que pasó con la familia de Anya, que las encontré a las dos muertas y las enterré bajo el suelo. Les expliqué también que no íbamos a poder soportar el olor, y que no teníamos recursos suficientes para hacerlo.

  Simplemente aceptaron. Bah, en realidad, nadie tenía ganas de discutir algo en este momento.

  Cuando todo terminó, cuando la piedra cubrió el cuerpo de Anya y solo quedó su tumba en mitad de la sala como recordatorio de que alguna vez estuvo con nosotros, mi cuerpo se sintió más pesado que nunca.

  Mi mente volvía una y otra vez a los últimos momentos, a su sonrisa que ahora era un recuerdo, a su voz que ya no volvería a escuchar, a su hermosa cara que ya no podría volver a ver. Me dolía el pecho, como si me hubieran arrancado algo de adentro y dejado un hueco imposible de llenar.

  No tenía ganas de hablar con nadie. No tenía ganas de mirar a nadie. No tenía ganas de que mis piernas se siguieran moviendo.

  No tenía ganas de nada, porque la pereza me estaba consumiendo por dentro.

  Así que me fui del amontonamiento de gente. Caminé sin rumbo por todas las habitaciones que había hecho hasta encontrar un rincón solitario, lejos de todos. Me dejé caer al suelo y me acurruqué en posición fetal, hundiendo la cabeza entre los brazos.

  No podía con esto. No esta vez.

  Pensé en Tarún de nuevo... él no había dicho nada después del entierro. Se quedó ahí, de pie, mirando la tumba de su madre hasta que alguien lo llevó hacia otro lado. No sé si Rundia o Rin lo sacaron de ahí. No sé si Tariq se atrevió a hablarle. No sé nada.

  Pero incluso con el silencio que me rodeaba, había algo que no desaparecía. Mirella había estado dando vueltas cerca de mí desde hace rato. Podía sentir el leve batir de sus alas y escuchar su vocecita intentando llamar mi atención.

  "Lucianooo..."

  No respondí.

  "?Luci-Lucii! ?Sabías que si haces así con los dedos...?"

  ?POP!

  Un ruido un tanto extra?o me hizo abrir un ojo apenas. Mirella había hecho explotar algo cerca de mi cuerpo. ?Acaso lo hizo con magia de luz? No lo pude ver.

  "...Hmpf".

  Nada impresionante.

  Mirella frunció el ce?o y cruzó los brazos.

  "?Oye! ?No puedes quedarte así para siempre! ?Qué pasa si ma?ana te conviertes en una piedra sin emociones y empiezas a hablar como esos ancianos raros que solo están amargados y no hacen nada divertido?"

  ?Se refería a Harlan y Rómulo? ?Por qué querría yo pensar en esos tipos justo en este momento?

  No reaccioné.

  Silencio otra vez. Hasta que…

  "?TAN TATAAAN! ?MIRELLA HACE SU GRAN ENTRADA AL LUGAR!"

  Giré apenas la cabeza y la vi. Mirella estaba sobre una bola de luz, haciendo poses exageradas y parecía balancear su cuerpo, también de manera exagerada.

  "?He venido desde una isla muy muuy muuuy lejana para desafiarte, oh gran Luciano, al duelo definitivo!"

  Me se?aló con un dedo.

  No respondí. Todo esto era una tontería.

  "?Eh? ?No? ?Nada? ?Bah, qué ni?o tan aburrido!"

  "Mirella, eso suena a lo que me dijo el Rey Demonio cuando me desafió a una batalla a muerte. No da risa".

  "?En serio...? No sabía... Lo siento".

  Pasaron unos segundos y entonces sentí algo en mi cabeza. Como si... como si alguien hubiera puesto algo encima. Abrí un ojo y me encontré con Mirella parada sobre mí, con los brazos en jarra y la parte superior de la pi?a que habíamos comido sobre la cabeza.

  “?Soy el Gran Hada Mirella! ?He venido a salvarte de la maldición de la Tristeza Tonta!”

  Cerré el ojo. ?Por qué me estaba molestando así? Solo quiero dormir en paz.

  Mirella chasqueó la lengua.

  “Bueno, veo que es una maldición bastante fuerte… Pero nada que mi magia no pueda solucionar. Después de todo, yo soy la única hada de este lugar”.

  Sentí que se alejaba unos segundos y, de repente, algunas cosas me golpearon la cara. No con fuerza, pero lo suficiente como para que lo sintiera. Abrí los ojos con fastidio y vi varias semillas sobre mí y sobre el suelo.

  “?Me acabás de tirar semillas?” Pregunté, quitándolas de mi cara; parecían ser de manzana y tomate, justo las que yo había separado por si las dudas.

  Stolen novel; please report.

  Mirella flotaba con cara de culpable.

  “Eh… ?No? La Gran Hada Mirella nunca haría algo así”.

  La miré fijamente.

  “Bueno, sí, pero era parte de la curación de la Gran Hada para quitar maldiciones. Ahora necesito… déjame ver… ?Un poco de barro!”

  Volví a cerrar los ojos. ?Quiero dormir!

  Sentí cómo se iba, murmurando cosas para sí misma, y luego algo húmedo aterrizó en mi brazo.

  “??Me estás untando barro!? ??En serio, Mirella!?”

  Mirella soltó una risa nerviosa.

  “Es que… bueno, este… ?Es magia, Luciano! ?Magia de hadas grandiosas! ?Desaparece la tristeza y deja la piel hermosa! ?Doble efecto!”

  No respondí.

  Mirella suspiró y luego escuché cómo tomaba aire.

  “?AHHHHHH, NOOOOO, LA MALDICIóN SE ESTá EXTENDIENDO! ?TENGO QUE HACER ALGO DRáSTICO!”

  No me moví, pero me estaba comenzando a molestar demasiado que Mirella estuviera jodiendo con el tema de las maldiciones.

  Entonces, de repente, algo cayó sobre mi cabeza acompa?ado de un sonido de su boca. Algo ligero. Algo... mojado.

  “?Me acabás de escupir? ?Sos idiota?”

  Mirella soltó otra risa nerviosa.

  “?Fue la super saliva de hada! ?Es muy buena! ?Cura la tristeza, las maldiciones y las heridas!”

  Volví a cerrar los ojos, inhalé profundamente y exhalé.

  "Mirella, dejame de molestar ya. No estoy de humor ahora".

  Mirella parecía frustrarse más y más con cada intento fallido. Se quedó callada un momento y luego…

  “Luciano, si no reaccionas a las tres… ?Voy a caminar desnuda arriba de tu cabeza!”

  Ignoré la amenaza. Era obvio que nadie sería tan tonto para hacer algo así.

  “?Uno…!”

  No dije nada. Ojalá solo terminara de contar y se fuera a molestar a otra persona.

  “?Dos…!”

  Seguía sin moverme. Esto era estúpido... ?Acaso había aprendido lo de 'a las tres' de cuando cargamos al Rey Demonio?

  “?Tres!”

  Silencio total de mi parte.

  Al ver que no sucedía nada, abrí un ojo con desconfianza y la vi flotando con los brazos cruzados, haciendo un puchero.

  “No pensabas hacerlo, ?no?”

  Mirella desvió la mirada.

  “Eh… bueno, no. Pero si quieres, lo hago…”

  "Definitivamente no".

  Suspiró y cambió de táctica. Esta vez sí se subió a mi cabeza. Sí. Literalmente, aterrizó sobre mi cabeza y se acostó ahí, boca abajo y con las piernas sobre mi hombro.

  "Ahhh… Sí, sí… Esto es cómodo…"

  No reaccioné.

  "Luciaaaaaanoooooo voy a hacer que huelas mis pies sucios si no te levantas".

  "..."

  "Voy a lamer tu cara".

  "..."

  Me imaginé a Mirella inflando las mejillas con frustración cuando empezó a sacudir un poco mi cabello.

  "?Reacciona! ?Aunque sea, dime que te molesto! ?No puedes estar así!"

  Nada. Silencio absoluto de mi parte.

  "?Ay, no! ?Volví a arrancarte cabello!"

  Ese era otro tema.

  "No pasa nada... Andá a dormir... o mejor andate a molestar a Aya, o a quien mierda sea".

  "?No!"

  "Pfff..."

  Pasaron unos segundos antes de que escuchara un susurro en mi oído.

  "Luciano es un bicho feo que se porta tan mal que... que..."

  Levanté apenas una ceja, pero esta vez no le respondí.

  "Luciano huele raro, como huelen las... las..."

  Seguí quedándome callado.

  "Luciano tiene pies feos, se parecen a... a..."

  Eso fue bajo. ?Se estará refiriendo a que no tengo las u?as?

  "A Luciano…"

  La escuché tragar saliva.

  "A Luciano le gustan las colas y las orejas de Aya".

  Lentamente levanté la cabeza.

  "?Qué dijiste?"

  Mirella cayó de espalda contra el piso y sonrió con nerviosismo, agitando las manos.

  "?Es broma, es broma! Una broma muy tonta..."

  Dejó caer sus brazos contra el suelo, como si estuviera derrotada.

  Al fin, solo debía esperar que se fuera para dormir tranquilo y no pensar en nada. Solo espero que después no venga nadie más a molestarme.

  Volví a acostar la cabeza contra el suelo de costado, expectante y sin cerrar los ojos.

  La vi suspirar y volar un poco lejos de mí. Esta vez no dijo nada por un rato.

  Hasta que… Un peque?o sollozo.

  Levanté la vista solo un poco y la vi; Mirella estaba temblando, sus ojitos verdes llenos de lágrimas. Se las restregó con el dorso de las manos, pero no podía detenerlas.

  "?Tonto, tonto, tonto!"

  Su vocecita se rompió.

  "?Siempre logras hacerme reír! ?Siempre logras hacer que todos se sientan mejor! ??Por qué ahora no puedo hacer lo mismo contigo?!"

  Bajó la cabeza, y sus hombros temblaron más fuerte.

  "?No quiero verte así! ?No quiero que te quedes así!"

  Mirella, quien siempre estaba llena de energía, quien siempre sonreía sin importar qué… ahora estaba llorando, por mí.

  Mirella... Siempre es alguien risue?a, bromista. No importa la situación, siempre encuentra la manera de hacer un chiste, de reírse o de fastidiar a alguien con su presencia. A veces lo hace para molestar, otras veces para aliviar tensiones, pero ahora estaba de nuevo así… tan vulnerable.

  ?Pero por qué? ?Por qué está llorando ahora?

  Anya murió. ?Por qué no lloró por ella? ?Por qué no se sintió triste cuando vio todo lo que pasó?

  No, espera… Tal vez sí lo hizo, pero lo ocultó. Tal vez se forzó a seguir sonriendo, a seguir con su actitud de siempre solo para que yo no me derrumbara. Tal vez, todo este tiempo, estuvo sosteniendo su propia tristeza, reprimiéndola, porque pensó que yo la necesitaba fuerte, que no debía mostrarme su dolor.

  ?Y ahora? Ahora está llorando porque no puede hacerme reír. Porque no puede hacerme olvidar el peso que llevo en los hombros.

  Es gracioso, en cierto modo. Yo nunca pensé que Mirella fuera tan así. Que sintiera que tenía que hacerme reír, que debía estar para mí cuando yo no podía estar para mí mismo. Siempre la vi como un torbellino de energía, una fuerza de la naturaleza que simplemente hacía lo que quería, sin importarle las consecuencias. Pero no... No es así.

  Tal vez sea porque yo siempre estoy intentando verle las cosas positivas a las cosas, que siempre sigo adelante sin importar lo que nos suceda, que siempre ve que tengo una solución para las cosas. Sin embargo, ahora fallé y Anya ya no está a nuestro lado, y sé que eso es algo irreparable.

  Ella realmente se preocupa. Ella está sufriendo por mí.

  No me lo merecía en este momento. Pero ella estaba ahí, con el rostro lleno de lágrimas y la voz temblando por la frustración de no poder ayudarme.

  Sin pensarlo demasiado, me arrastré hasta ella, extendí la mano y le di un leve golpecito en la cabeza. No con fuerza. Solo lo suficiente para que reaccionara.

  Ella parpadeó varias veces y me miró con la boca entreabierta.

  "?Eso fue... un coscorrón?"

  ?Así se le decía a eso?

  "Sí".

  "?Por qué?"

  "Porque te pasaste todo este tiempo intentando sacarme de mi miseria... pero nunca te diste tiempo para estar triste vos".

  Sus labios se apretaron y su expresión se contrajo en una mueca a punto de explotar. Sus ojitos verdes brillaron con nuevas lágrimas y, sin decir nada más, se lanzó contra mí, abrazando mi brazo con toda la fuerza que tenía.

  "?Tonto! ?Tonto, tonto, tontoooo!"

  Nos quedamos así, en silencio por un tiempo.

  "Perdón por decirte idiota", dije.

  "Y yo te pido perdón por decirte tonto y todas esas cosas raras. No eran verdad, solo estaba bromeando".

  "?Lo de Aya también era broma?"

  "Bueno... No sé, supongo que eso solo lo sabes tú".

  "Bueno, supongo que sí me gustan un poco sus colas y el ruido que hace al mover las orejas".

  "?Tonto!"

  Un nuevo golpecito llegó a mi pecho.

  Tal vez ma?ana sea un día mejor. Tal vez ma?ana sea un mundo mejor.

  Tal vez.

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