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El inicio

  En una noche tormentosa, el viento aullaba contra la ventana de una habitación. Los relámpagos te?ían el cuarto de azul, revelando sombras danzantes en las paredes. En el centro, Axel se retorcía inquieto, cada respiración cargada de miedo.

  —No... No... —repetía en un susurro agónico.

  Su rostro era un lienzo de puro nerviosismo; gotas de sudor corrían por sus sienes mientras sus brazos y piernas se agitaban sin control. El silbido del viento, el estruendo de los truenos que sacudían las paredes y el frenético ritmo de su respiración llenaban la habitación con un caos opresivo. La pesadilla, implacable, parecía hundirlo cada vez más en la oscuridad.

  —?No! —El grito ahogado de Axel resonó en la penumbra mientras despertaba de golpe. Sus ojos casta?os, aún nublados por el sue?o, recorrieron con cautela la habitación. Las manos, marcadas por venas prominentes, se aferraron a las sábanas como buscando ancla en medio del caos. Cerró los ojos y empezó a controlar su respiración entrecortada:

  —Uno, dos... uno, dos —murmuró en un intento por calmarse.

  "Estás despierto, estás despierto", se repitió mentalmente. Un escalofrío le recorrió la espalda cuando, de repente, la puerta se cerró de golpe, arrancándole un sobresalto.

  Tras recuperar algo de calma, giró la cabeza hacia su celular. La pantalla iluminó su rostro pálido: "4:30".

  —Aún es muy temprano para esto —musitó, cubriendo su cara con ambas manos. Se dejó caer sobre la cama, cansado, pero el sue?o se le escapaba. Resignado, se levantó y decidió ir al ba?o.

  El pasillo blanco de su casa parecía interminable bajo la luz tenue. El frío de la tormenta se filtraba por las paredes, haciendo que Axel temblara con cada paso. Al llegar al ba?o, abrió el grifo y dejó que el agua fría le recorriera el rostro, como si pudiera lavarse también la angustia.

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  Se miró en el espejo. Una lágrima silenciosa surcó su mejilla. Sus ojos, normalmente vivos, lucían opacos, cargados de tristeza, mientras sus labios gruesos formaban una línea de desolación. Inspiró profundamente, intentando encontrar algo de fuerza, y sin más, se metió a ba?ar.

  Cuando salió del ba?o, Axel se detuvo un momento frente al espejo. Observó su rostro con detenimiento: su mentón algo marcado y una barbilla que formaba un círculo suave. Sin embargo, era su nariz, curvada y delicada, lo que más destacaba. Suspiró, intentando ignorar las ojeras que se oscurecían bajo sus ojos cansados.

  Se vistió rápidamente y salió de su cuarto, preparando su mochila antes de bajar por las escaleras, rodeadas de paredes blancas y luces amarillas, se dirigió a su puerta de su casa y la cruzo. Sus pasos lo llevaron a la parada de autobús, donde el transporte que lo llevaba a la escuela pasaría en cualquier momento. Allí, como todos los días, se encontró con Jasmín.

  Ella le dedicó una sonrisa cálida, su rostro ovalado parecía iluminado incluso bajo el tenue resplandor matutino. La curva de su nariz y sus labios carnosos parecían resaltar aún más con ese gesto alegre.

  —?Buenos días! —saludó, entusiasmada, acompa?ando sus palabras con un gesto de la mano.

  Axel se acercó despacio, levantando una mano para devolverle el saludo.

  —?Cómo estás, Jas? —preguntó con voz suave, mientras el sue?o aún pesaba sobre sus párpados.

  Jasmín lo observó con atención. Notó las prominentes ojeras que marcaban su rostro y el cansancio evidente en su tono. Sin decir nada al principio, inclinó la cabeza ligeramente y apoyó la suya sobre su propio hombro, como si quisiera transmitirle calma.

  —Bien... pero tú no tanto, ?verdad? Parece que tuviste una noche difícil.

  —Sí, una pesadilla —murmuró Axel, desviando la mirada hacia el suelo.

  El autobús llegó poco después, interrumpiendo la conversación. Así transcurrió la semana: días que parecían desvanecerse en un suspiro, ese suspiro se vio marcado por las pesadillas de Axel, que parecían quitarle el sue?o.

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